Aunque tratemos de dejar el trabajo en la oficina, existen ciertos patrones de nuestra profesión que nos acompañan en el día a día, sin siquiera notar que ya no estamos en el ambiente laboral. Lo cierto es que, esto puede resultar práctico, aunque en algunos momentos se transforme en algo odioso (incluso, para los que nos rodean). Nosotros le llamamos “el mal del mercadólogo”. Estos son algunos de sus signos, seguro te identificas con más de uno:

Analizar todos los anuncios
Una diversión incomprendida por los demás, pues no es fácil de explicar cómo un simple espectacular o el anuncio en una revista, pueden resultar una verdadera fuente de entretenimiento. Hacer un análisis completo del tipo de fuente, colores empleados, texto, sin olvidar esa sensación, que solo se experimenta al encontrar una falta de ortografía.

Te persiguen los jingles publicitarios
¿No es horrible sorprendernos tarareando la música de un comercial? Lo mejor viene cuando nos es imposible sacarlo de la cabeza y se convierte en nuestro molesto compañero durante algunos días. De hecho, estamos seguros de poder pasar un examen con las melodías de aquellas marcas comerciales.

Usas el #Hashtag en forma oral
Se convierte en algo inevitable excluir de las conversaciones uno de los signos más importantes en la chamba. Aunque para el mundo en general pueda parecer algo raro, en las pláticas entre colegas se convierte en algo habitual, llegando a ser una herramienta útil para explicar un concepto a cada una de las diferentes áreas.

Ver comerciales como herramienta contra el aburrimiento
El resto de los profesionistas suelen invertir su tiempo en ver videos cómicos, musicales, o de otro tipo de entretenimiento. Para nosotros, las sugerencias de Youtube son siempre publicitarias. Somos lo suficientemente capaces de reconocer cuando una marca logró su intención comunicativa. Si eres de los que se les ha escapado una lágrima con alguno, te puedes declarar perdido. Pero el momento máximo de este placer llega cuando lo comentas con tus colegas, e incluso se llevan a cabo sesiones compartidas.

Utilizas términos del marketing en la vida cotidiana
De repente te das cuenta, cuando ves las caras de tus amigos, que aquellos términos que entre colegas parecen de lo más comunes, para los demás son todo menos eso. Dinos que no se te ha salido un “orgánico” en vez de “natural”, en alguna ocasión. Otra buenísima es cuando aplicas los términos como: target, engagement, nicho de mercado para describir tu vida sentimental.

Te dan ganas de intervenir cada que escuchas opiniones sobre redes sociales
No hay nada pero que escuchar una plática, en la que no podemos opinar (llámennos metiches, pero otra de las virtudes del marketero es ser analítico) donde se subestime su uso, o digan que una vale más que otra. Lo peor es cuando escuchas decir que su manejo es facilísimo: “basta con publicar y ponerle un poquito de dinero”. No quedan ganas ni para explicar la ciencia que representa el análisis correcto de las métricas.

No importa cuántas veces nos descubramos haciendo esto. No pasa de una disculpa que va acompañada de un satisfactorio: “soy mercadólogo” como respuesta. Porque sin duda, el serlo se convierte en un estilo de vida.

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